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La Pascua – Domingazo de Ramos – Samuel Clark
Hoy celebramos de distintas maneras la presentación pública y completamente abierta de Jesús a los ciudadanos de Jerusalén y todos los israelitas allí congregados para la Fiesta de la Pascua y del Pan de Ácimos. Grandes multitudes de todo el país se trasladaban cada año a Jerusalén para esta gran fiesta que conmemoraba el Exodo y los años en el desierto.
El primer día de la semana, nuestro domingo, Jesús ordenó a unos discípulos ir a desatar un asna con su pollino y traérselos. La respuesta a cualquier objeción sería “El Señor los necesita”. Basta decir eso. Debe hacernos felices saber que el Señor a veces necesita de nuestras posesiones y que así podemos servirle en Sus eternos propósitos con cosas de poco valor económico. La asna y su pollino eran muy comunes en Israel, no exactamente dignos para el uso de Dios – pero los usó.
Cuando ya estaban, pusieron sus mantos sobre el pollino y Jesús lo montó para entrar a Jerusaem y así cumplir una profecía de Zacarias 9:9
“Regocíjate sobremanera, hija de Sion.
Da voces de júbilo, hija de Jerusalén.
He aquí tu rey viene a ti,
Justo y dotado de salvación,
Humilde, montado en un asno,
En un pollino, hijo de asna.”
La multitud que andaba con Jesús desde Galilea eran Sus mejores amigos y discípulos. En Galilea Jesús predicó, sanó y echó demonios durante la mayor parte de Sus tres años y medio de ministerio. Hizo tantos milagros que muchos de la plebe creían que era el Mesías prometido (“El Ungido”, Cristo en griego). No así los fariseos, sacerdotes y líderes de las sinagogas. Ellos vieron en El una seria amenaza a sus intereses económicos y políticos, sobre todo en Jerusalén, la capital religiosa y política judía y de los romanos que les tenían dominados.
El hecho de que la multitud echara sus mantos y cortara ramas de árboles y palmeras para ponerlos sobre el camino delante de El (recepción dada solamente a un rey o héroe) demuestra que muchos de esos galileos creían que El era el Salvador Prometido en el Antiguo Testamento. También, y aun más, lo que decían:
“Los que iban delante, y los que le seguían, gritaban: ¡Hosanna! BENDITO EL QUE VIENE EN EL NOMBRE DEL SEÑOR; Bendito el reino de nuestro padre David que viene: ¡Hosanna en las alturas!”
“Hosanna” en arameo significa “Sálvanos ya”. Ellos creían que ya había llegado el momento para hacerle su Rey y derrotar a los romanos como los macabeos habían derrotado a los griegos. El Nombre Jesús (Yeshúa en arameo, Josué en hebreo) significa “Yahweh salva”.
“Bendito el que viene en el Nombre del Señor” es una cita del Salmo 118:26 (un salmo mesiánico, o sea, uno que profetiza detalles de la vida del futuro Salvador Mesías). Es el último salmo del “Halel”, una serie de salmos cantadas en las fiestas judías cuando todos se reunían para adorar a Dios con alabanzas. Casi todos estos empiezan con o terminan con la palabra “Aleluya”, que significa “Alabad a Yahweh”.
“Bendito el Reino de nuestro padre David que viene.” En otro evangelio decían “Hosanna al Hijo de David” (Mateo 21:9), demostrando que creían que Jesús era el Prometido Rey, Hijo del gran Rey David a quien fue dado un pacto de que su trono siempre iba a ser ocupado por un descendiente de él.
Todas estas afirmaciones entusiásticas fueron gritadas o cantadas mientras Jesús entraba a Jerusalén, causando gran curiosidad. “¿Quién es ese?” preguntaban los de Jerusalén. “El profeta Jesús nazareno de Galilea” fue la respuesta (Mateo 21:10,11). Causó mucho escándalo a los líderes religiosos cuando los niños continuaban cantándole y gritándolo en el Templo. Dijeron “Cállalos. Es blasfemia.” Jesús citó otra profecía: “De la boca de los niños y de los que maman perfeccionaste la alabanza» (Salmo 8:2, otro salmo mesiánico). Y cuando los líderes protestaron y mandaron a Jesús reprender a Sus discípulos, El contestó: “Os digo que si éstos callaran, las piedras [lo] clamarán” (Lucas 19:39,40). Jesús se está ofreciendo a Israel para ser su Rey.
Pero la mayoría no creía en El, e instigados por los mismos líderes religiosos, unos días después gritarían “Crucifícale”. Jesús bien lo sabía. Cinco veces había dicho claramente a Sus discípulos más cercanos que iba a Jerusalén para ser rechazado, maltratado, entregado a los extranjeros y crucificado, pero luego se resucitaría. Aun Sus discípulos más fieles no lo entendían. Y con esa entrada tan mesiánica, menos lo querían creer. Pensaban que pronto su Maestro sería el Rey de Israel (y ellos Sus ministros, Su gabinete).
¿Qué significa “el Domingazo de Mantos y Ramos”? Quisiera sugerir tres cosas:
1. Que con la mente aceptemos y creamos que Jesús es el que ha llenado las profecías mesiánicas y por ende es el Cristo de Dios. No esperamos a otro. No puede haber otro. Cualquiera que dice ser el Cristo debe llevar en su cuerpo las marcas de los clavos y la lanza. El es el Cordero de Dios que quita el pecado porque murió por nosotros. Es una convicción personal.
2. Que con nuestra alma nos regocijemos en El y digamos con aquellos discípulos: “Bendito el que viene en el Nombre del Señor.” Es bien emocional esta afirmación. Es una fe gozosa y confiada.
3. Que con nuestro espíritu digamos con aquellos, “¡Hosanna! Sálvanos ya.” Cuando creímos que El es el Rey nos convertimos en ciudadanos de Su Reino. Si creemos que El es “Yahweh salva” nos salva de la condenación y la muerte eterna para gozar de la vida eterna. Es una esperanza viva y segurísima.
El entró una vez como Rey humilde y manso, montado en un pollino nunca antes montado. Este se sometió a Su peso humildemente como si fuera ya amansado. La leyenda dice que todos los burros con la marca de la cruz en sus espaldas son descendientes de ese burro. Fue rechazado por la famosa “mayoría” equivocada, ciega y rebelde.. Fue crucificado, sepultado y resucitado para luego ascender a la mano derecha del Padre hasta aquel día cuando volverá por nosotros. Luego reinará sobre todo el mundo.
Fue rechazado. ¿Lo has recibido tú? Si no lo has hecho todavía, hoy Domingo de Ramos puede ser tu última oportunidad. No sabemos si tendremos otro día para vivir, otra ocasión para pensar en esta gran promesa:
Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre,
les dio poder para ser hechos hijos de Dios” (Juan 1:12).
Aprovecha, amigo. Si le has recibido, cree que El te salva con Su poder del pecado y de la perdición eterna y comparte el mensaje de Buenas Noticias a otros.
Samuel Clark